Un nuevo destino
El 16 de julio de 1875 fue nombrado Párroco de Ciudad Guzmán (Zapotlán el Grande), donde se entregó de lleno al bien de su Parroquia. Fue guía y protector para los estudiantes del Seminario Menor Auxiliar y promovió entre los indígenas la vocación sacerdotal.
El 18 de julio de 1901 robaron del sagrario un vaso sagrado con algunas hostias consagradas. Este sacrilegio le fue particularmente doloroso y detonó el impulso para que se convirtiera en el Fundador de una Congregación Religiosa cuyas Hermanas se dedicarían a amar y a adorar a Jesús Sacramentado, y a darlo a conocer por medio de la educación cristiana en la niñez y la juventud. El 25 de noviembre de 1904 nació, así, la Congregación de Hermanas “Siervas de Jesús Sacramentado”.
Hombre espiritual
El Padre Silviano defendió a los obreros, indígenas y campesinos, para quienes organizó sociedades mutualistas, escuelas y talleres de artes y oficios. Trabajó sin descanso por unir a las clases sociales.
Vivió modestamente y fue un padre para los pobres. Estuvo al pendiente de llevarles consuelo espiritual a los presos. Los niños fueron la porción predilecta de su Parroquia, y para ellos fundó y sostuvo escuelas, esforzándose porque fueran, ante todo, centros de evangelización. Fue predicador constante y lleno de fe; promotor de la Eucaristía, de la devoción a la Santísima Virgen y a Señor San José.
Se valió del Periodismo para llevar la Buena Nueva a todos los rincones de su territorio parroquial. Editaba varios periódicos, entre los que sobresalieron: Unión Católica y la Luz de Occidente, donde publicaba artículos en defensa de la Iglesia y la Verdad. Durante la persecución religiosa, iniciada en 1914, fue perseguido y tuvo que permanecer oculto más de dos años.
Gran Pastor
Su Santidad el Papa Benedicto XV lo preconizó como V Obispo de Sinaloa, y el 24 de febrero de 1921 recibió la Ordenación Episcopal en la Ciudad de Guadalajara, por ministerio del quinto Arzobispo Metropolitano, Don Francisco Orozco y Jiménez. Antes de partir para su Diócesis se despidió de sus religiosas y de sus queridos fieles de Ciudad Guzmán.
Como Obispo y Pastor de Sinaloa, inició una renovación cristiana, centrada en la Eucaristía. Reabrió el Seminario Diocesano y trató paternalmente a los seminaristas, con quienes compartía lo poco que recibía.
Su última labor pastoral, consagrada también a la Virgen Santísima, sólo duro seis meses. Tras una breve enfermedad que rápida y misteriosamente se agravó, el Señor lo llamó para hacerlo partícipe del gozo definitivo el 10 de septiembre de 1921 en Culiacán, Sin., sede de su Diócesis.
El ahora Siervo de Dios, Silviano Carrillo, Obispo de Sinaloa, sigue alabando a su Señor con las palabras que fueron la expresión de su vida: “¡Bendito sea Dios!”.
Fuente: Hermana Victoria Margarita Jiménez Breceda, Asesora de Espiritualidad y de Difusión del Conocimiento de la Vida del Padre Silviano Carrillo.